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viernes, 24 de septiembre de 2010

ENFOQUE SOCIAL DE LA LIBERACIÓN

La psicología –Social- de la Liberación tiene su origen en los trabajos de Ignacio Martín-Baró, jesuita español, que desarrolla entre los 70’s y los 80’s, antes que, en noviembre de 1989, fuera asesinado precisamente por las ideas que proponía, en las que demostraba su compromiso con las mayorías oprimidas.

Su trabajo se desarrolla en un contexto socio-histórico, local y amplio, muy peculiar. El local: El Salvador, país convulsionado por una guerra civil de más de una década. El amplio: Latino América, donde el pan de cada día era y ha sido la miseria, la injusticia, la marginación social, la de prelación del medio ambiente, la delincuencia, la criminalidad, la corrupción, la violación de los derechos humanos, la impunidad, etc. Se trata de países con sistemas capitalistas dependientes de países desarrollados particularmente de EU, y por lo tanto, con una minoritaria clase dominante, que ha impuesto en todos los ámbitos, incluida la psicología, una forma de actuar que preserva su status quo.

Martín-Baró insistió en que la psicología debía enfrentar los problemas locales, y que debía ser desarrollada desde las condiciones sociales y las aspiraciones históricas de las mayorías populares. En otras palabras, la psicología debería adoptar un papel desideologizador. Por ello cuestionó los principales modelos teóricos de la psicología (psicoanálisis, conductismo, humanismo y cognoscitivismo*), por considerarlos inadecuados para tratar las situaciones de violencia que prevalecían en Latinoamérica. La psicología servirá siempre y cuando no fuera una ciencia general o común para todos los lugares y pueblos, ya que debería adoptar una seria postura histórica y renunciar a la idolatría del occidente. El psicólogo debería conocer las necesidades, problemas y cuestiones culturales específicas de la sociedad con la que trabaja. Por eso un gran problema ha sido aplicar los conocimientos y herramientas psicológicas europeas y estadounidenses a un pueblo latinoamericano que no tiene la misma historia y raíces.


La posible razón de que los psicólogos latinoamericanos se hayan pertrechado en los modelos teóricos de la psicología, es querer imitar lo que los occidentales hicieron al seguir el camino de las ciencias naturales para constituirse como ciencia y, más importantemente, conseguir el reconocimiento social. Así, en Latinoamérica, a los enfoques psicoanalíticos y neuropsicológicos presentes por el culto rendido tradicionalmente a la psiquiatría, les sucedo una oleada de conductismo positivista; posteriormente los conductistas abandonaron el conductismo y se afiliaron al cognoscitivismo, ya sea por moda (impuesta por los centros académicos norteamericanos), o porque han sido obligados por las instituciones educativas en que hoy laboran.


Una crítica más específica es que, los “modelos tradicionales” tienden a individualizar (psicologización) los procesos que son, en esencia, psicosociales, y, por lo mismo, contribuyen a ocultar y justificar los intereses de la clase dominante, naturalizándolos, es decir, definiéndolos como rasgos de carácter propiedad de los individuos. Entonces la atención, al buscar la causa de los malestares que la psicología trata de combatir, desafortunadamente se ha estado desviando hacia la búsqueda de causas individuales y subjetivas (traumas infantiles, condicionamientos, herencia biológica, ideas irracionales, lesiones cerebrales, etc.)

Esta crítica fue posible desde que la Psicología de la Liberación se conformó a partir de dos grandes corrientes de pensamiento: el Materialismo Dialéctico, con su interés por analizar y transformar la organización social, y la Teología de la Liberación, con su replanteamiento de un especial interés de Dios por los oprimidos. También debe señalarse que sin ser estrictamente constructivitas, si comparten con ellos la aceptación de la relatividad de la verdad, por los que estas dos corrientes psicológicas nos son consideradas excluyentes.

Desde este punto de vista, el sistema social influye fuertemente en las cogniciones, motivaciones, afectos, y conductas de los individuos. De tal manera que el inconsciente tiene un papel mínimo para determinar nuestros actos y desarrollo psicológico. Y si bien las relaciones de producción pueden ser más importantes, se mantiene la confianza en la conciencia y voluntad del hombre: el hombre es capaz de construir mundos, no sólo a partir de pulsiones o condicionamientos, sino por firme convicción. Esto es porque el individuo depende claramente de las formas sociales, él no es absorbido por la sociedad. Individuo y sociedad forman una unidad dialéctica y se influyen mutuamente.

En cuanto a la misión de la psicología, se afirma que ésta no debe quedarse en el escritorio (mucho menos en el laboratorio), y el psicólogo no debe pretender pensar por la gente, ni transmitirle sus esquemas o resolverle sus problemas. En cambio, debe pensar y teorizar con ellos y desde ellos. Es la persona misma, la comunidad misma, en diálogo con el psicólogo, los que deben decidir y actuar para resolver sus problemas. A este fortalecimiento de la persona y la comunidad para estar en condiciones de afrontar sus propias vicisitudes, es a lo que se le conoce como empoderamiento (empowerment).

El empoderamiento ha sido promovido básicamente a través de la educación, ya sea formal o informalmente. El método que privilegiadamente se ha usado es la Investigación Acción Participativa, y la estrategia, el diálogo.


Algunos proponen que la educación para ser concientizadora y empoderadora, y que debería apuntar a:

Entrenar a las personas en el autocontrol y en el desarrollo de capacidades y hábitos que les permitan canalizar simbólica y constructivamente sus frustraciones.
Desarrollar una conciencia crítica frente a los modelos sociales y a las exigencias institucionalizadas de determinados roles sociales.
Promover actitudes de cooperación, y sobre todo, un estilo de vida austero y solidario, que refuerce el compartir y evitar el triunfo individualista.
Propiciar el nuevo ordenamiento de las relaciones sociales que devuelva el sentido a cada comportamiento y que obligue a cada actor a asumir la parte de responsabilidad social que le corresponde.


En este sentido, Martín-Baró proponía que las asociaciones profesionales debían promover redes de comunicación y cooperación, de investigación y de práctica profesional alrededor del mundo para que nuestra disciplina pudiese ser relevante y captar las necesidades de las mayorías.

Pero no sólo Martín-Baró es el que hizo posible esta perspectiva teórica. También otros pensadores latinoamericanos contribuyeron a dar cuerpo a la propuesta. Paulo Freire (1970,1971), pedagogo que, con influencias de la filosofía y la sociología propuso el concepto de concientización, en el contexto de un trabajo educativo de alfabetización concientizadora*.

Fals Borda (1985) también mantiene que el conocimiento práxico que se adquiere mediante la investigación participativa debe encaminarse hacia el logro de un poder popular, un poder que permita a los pueblos volverse protagonistas de su propia historia y realizar aquéllos cambios que hagan a las sociedades latinoamericanas más justas y humanas.6

También a Maritza Montero, se le puede ubicar en esta perspectiva. Según ella la imagen predominantemente negativa que el latinoamericano medio tiene de sí mismo respecto a otros pueblos denota la interiorización de la opresión en el propio espíritu, semillero propicio al fatalismo conformista, tan conveniente para el orden establecido7.

Finalmente, es importante señalar, que el desarrollo de esta perspectiva no se ha detenido, y actualmente parece muy prolífica, no sólo en Latinoamérica, sino en muchos otros países (Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, España, y varios países de África), a donde quiera que los psicólogos han adquirido una conciencia social y se han dedicado a trabajar con los sectores marginados de su sociedad y que se han servido, para ello, del método de Investigación Acción Participativa. A tal grado está cobrando legitimidad que ha dado lugar al surgimiento de una nueva área en la psicología: la Psicología Social Comunitaria, la que a su vez ha permitido un encuentro muy productivo entre la Psicología Social y la Psicología Ambiental.

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